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INSTITUTO SCHILLER

Invitación a participar
en una correspondencia internacional
por un diálogo de las culturas'

15 de octubre, 2001

Helga Zepp LaRouche insta
al diálogo de las culturas

16 de octubre, 2001 — Sra. Helga Zepp-LaRouche, fundadora y presidenta del Instituto Schiller, emitió una "Invitación a participar en una correspondencia internacional por un 'diálogo de las culturas", cuyo texto reproducimos a continuación:

A partir de los ataques a los Estados Unidos y de los ataques militares en contra de Afganistán, empieza, por desgracia, a cobrar realidad la pesadilla del "choque de las civilizaciones". Sea cual fuere el origen verdadero de los ataques, seguir la espiral de violencia hará que la humanidad se hunda en una nueva era de tinieblas.

En esta situación, es de lo más urgente volver a definir las bases razonables y los principios universales que, en cambio, posibiliten un "diálogo de las culturas" y un entendimiento ecuménico entre las religiones al nivel más elevado. Semejante diálogo fuere necesario aun si, tras un período de violencia continua, y decenios o hasta siglos de guerra, la comunidad de los pueblos ha de reconstituirse y, de las ruinas, los Estados nacionales han de volver a levantarse.

Pero, a fin de librar a muchos millones de personas de indecibles sufrimientos, pongamos esperanzas en que semejante diálogo pueda ayudar a profundizar el entendimiento entre las culturas a tiempo para evitar lo peor.

Aun cuando haya muchas diferencias entre la situación de 1453, cuando Mahoma II conquistó Constantinopla, y los ataques de hoy, y el trasfondo de los ataques ocurridos en los Estados Unidos represente un fenómeno completamente diferente, la referencia a esa fecha es razonable desde un punto de vista importante.

En un momento en que espíritus menores clamaban por venganza y represalia, Nicolás de Cusa, los 600 años de cuyo nacimiento celebramos este año, escribió, impresionado por las noticias de los horrores, su magnífica pieza "De Pace Fidei" (De la paz de la fe). Este diálogo, en el que Nicolás hace participar a representantes de 17 religiones y naciones, puede, también hoy día, mostrarnos el camino.

Nicolás empieza "De Pace Fidei" con las palabras siguientes: "Las noticias de las atrocidades que el rey de los turcos ha perpetrado recientemente en Constantinopla y se han ya divulgado, han inflamado tanto de celo por Dios a un hombre que una vez vio la región [Nicolás habla de sí mismo y su visita a la ciudad], que, entre muchos suspiros, le pidió al Creador de todas las cosas si, en Su bondad, pudiera aligerar esta persecución, que azotó más de lo común con motivo de ritos religiosos diferentes. Ocurrió entonces que después de varios días —en verdad, merced a larga y continua meditación— se le manifestó al celoso hombre una visión de la cual concluyó que sería posible, por medio de la experiencia de unos cuantos sabios bien familiarizados con todas las prácticas diferentes que se observan en las religiones del mundo, encontrar una concordancia única y propicia, y por este medio instituir una paz perpétua en religión siguiendo el rumbo correcto y verdadero".

Nicolás presenta entonces a los representantes de las 17 religiones y naciones en un diálogo con la "Palabra de Dios", pues todos los conflictos entre ellos estallan siempre en Su nombre. Como la mayoría de la gente vivía en la miseria, en afanes fatigosísimos y en servil dependencia de sus amos, no todo el mundo gozaba de condiciones para usar su libre albedrío y alcanzar su propia cognición. Las preocupaciones de la vida cotidiana la apartaban demasiado de la búsqueda del Dios Oculto. Pero, de poder reunirse una asamblea de sabios de las diferentes religiones, la solución sería "sencilla".

La solución de Nicolás se concibe desde el punto de vista de la "coincidentia oppositorum", "desde arriba". Sería un error no distinguir entre los profetas y Dios mismo, y, de otra forma, confundir con la verdad las tradiciones a las que está uno acostumbrado. Cuando Dios se dirige a los representantes de las religiones en tanto sabios, fácilmente los convence de que hay "una" sola sabiduría y una sola verdad.

El más viejo de los representantes religiosos que toman parte en el diálogo, un griego, pregunta cómo reunir la diversidad de religiones, dado que difícilmente aceptarían una nueva religión unificada, cuando han defendido la propia con su sangre. La Palabra de Dios responde que no deben introducir ninguna nueva religión, sino que la verdadera religión está antes de todas las demás religiones. La pacificadora nueva unidad de religión no es una nueva creencia sintética, sino más bien lo que es razonable a la razón, apenas la razón cobre conciencia de sus premisas. El representante griego responde con entusiasmo respecto al "espíritu de la razón" ("spiritus rationalis"), "capaz de artes maravillosas" ("capax artitium mirabilium"), del cual proviene la perfectibilidad humana. Si este espíritu se orienta hacia la sabiduría, se puede acercar más y más a ella. Nunca alcanzará la sabiduría absoluta, pero estará cada vez más próximo a ella, y ésta tendrá para él sabor de alimento eterno. La unidad puede obtenerse, pues, si todos los espíritus se orientan a la sabiduría y la verdad, y esta verdad se reconoce como algo primario y básico.

El proceder cusano es, por tanto, completamente diferente de las modernas formas panteístas o fenomenológicas de diálogo ecuménico, en las que se niega la existencia de una verdad cognoscible para dar paso a una pluralidad democrática de opiniones religiosas. Este diálogo puede resultar venturoso sólo si todos los participantes parten de una idea del hombre que entienda que éste es "imagen viva de Dios" ("imago viva Dei"), cuya semejanza con Dios reside en el hecho de que sus facultades cognoscitivas, en potencia infinitamente perfectibles, pueden entender siempre mejor la legalidad del orden de la creación, y, con la aplicación de la cognición, puede mejorar la condiciones de vida de todos los hombres y amentar el potencial de población de la Tierra.

Después de todo, el papa Juan Pablo II, con sus viajes más recientes, ha subrayado que no hay otra alternativa que emprender ese diálogo ecuménico en el nivel más elevado.

Helga Zepp LaRouche,
presidenta del Instituto Schiller, Alemania.
15 de octubre de 2001.

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